Fragmento del Libro Porque Bitcoin

LOS ORÍGENES: ¿POR QUÉ?

Sí, ¿por qué fue necesario inventar algo como Bitcoin?
Para muchas personas, especialmente europeas o estadounidenses, o ciudadanos acostumbrados a vivir en los países más ricos y prósperos del planeta, no es una pregunta obvia. Pocos, para decir la verdad, sienten la necesidad de contar con una nueva moneda, nativa de Internet, alternativa y completamente desvinculada del actual sistema económico y financiero, entonces, ¿de dónde surge esta necesidad?
Como todos los temas complejos, probablemente no existe una respuesta única a esta pregunta. Hay algunos hilos independientes que, por una razón u otra, han llevado los esfuerzos y los intentos hacia un proyecto común.
Estos hilos se pueden agrupar en, al menos, dos principales, distintos por ámbito: la escuela monetaria austriaca y el movimiento cypherpunk.

LA ESCUELA AUSTRÍACA

La primera y profunda motivación que podemos identificar es de naturaleza económica, que abordamos aquí brevemente remitiéndonos a textos mucho más autorizados para cualquier profundización del caso.
Hoy en día, la escuela de pensamiento absolutamente dominante y que reina soberana con pocas excepciones a nivel global es la de las teorías keynesianas. Se trata de una escuela de pensamiento económico desarrollada por John Maynard Keynes, economista británico que vivió en la primera mitad del siglo XX. Se considera que fue el economista más influyente del siglo XX, debido también a que sus teorías, como se ha anticipado, forman parte del imaginario colectivo y han impregnado radicalmente el tejido económico, social y político.
De hecho, junto a las teorías keynesianas, también está la teoría monetaria de Milton Friedman, conocida como la Escuela de Chicago, que a veces entra débilmente en el debate en los buenos salones y en las universidades. Sin embargo, lo que hoy en día es abrumadoramente dominante es el pensamiento keynesiano, superando cualquier otra teoría alternativa en términos de adopción y consenso, este es prácticamente aplicado y considerado en todo el mundo como la receta correcta y adecuada a seguir para una sociedad próspera y con pleno empleo.
El supuesto fundamental en el que se basa la teoría es que la oferta de dinero debe ser gestionada por un planificador central. A través de la regulación de los tipos de interés, este ente (banco central o Estado) se encargaría de garantizar un nivel de inflación controlado y artificial con el fin de mantener la estabilidad de los precios. Según los keynesianos, se debería perseguir un tipo de inflación óptimo, teorizado normalmente en torno al 2% anual, para apoyar el llamado gasto agregado. Si el Estado es el promotor de un buen nivel de gasto inicial, obtenido gracias a la introducción controlada de nuevo dinero en la economía, se incentivaría una mayor producción y, en consecuencia, se tendrían mayores contrataciones capaces de garantizar el pleno empleo de la población.
Por lo tanto, esta teoría presupone que la moneda emitida por los bancos centrales o por los Estados debe ser necesariamente inflacionaria, es decir, diseñada para perder valor con el tiempo con el fin de estimular la economía.
De hecho, hoy el euro se basa precisamente en estas lógicas. Pensemos, por ejemplo, en los continuos ajustes de los precios de los bienes de consumo que se implementan anualmente para adaptarlos a la inevitable inflación. Además del hecho de que nuestros ahorros, como se analizó anteriormente, están sujetos hoy en día a lentas, pero inexorables disminuciones de valor en el tiempo en términos de poder adquisitivo, debido a las modalidades de gestión de la moneda diseñadas e iniciadas por un planificador central específico.
Estas teorías están diseñadas para desalentar el ahorro privado. Según Keynes, es necesario que las empresas y los individuos estén incentivados a gastar e invertir continuamente los capitales y la liquidez que poseen para que haya empleo.

Mantener reservas o ahorrar fondos sería contraproducente para la economía, ya que no estimularía el gasto agregado, la producción y, por lo tanto, el pleno empleo.
Los ciudadanos, obligados a usar esa moneda por ley, ahora se ven no incentivados a ahorrar, ya que son conscientes de que, con el tiempo, esto implicaría una pérdida segura del poder adquisitivo de sus ahorros. Es más conveniente invertir, hacer circular el dinero, gastar, comprar, ir de compras, consumir, incluso sin una necesidad real. En lenguaje popular, hay que «hacer girar la economía».
En términos más rigurosos, podemos afirmar que la moneda fiat promueve e incentiva una alta preferencia temporal para sus usuarios, fomentando el endeudamiento, el consumo y la gratificación inmediata.

Para dar una idea de cómo estas teorías están profundamente arraigadas en el imaginario colectivo hoy en día, casi como si fueran un «pensamiento único», que, por diversión, intenten preguntarle a un amigo que no tenga gastos urgentes que cubrir, qué haría si de repente ganara una cantidad decente de dinero. Pregúntenle si su intención sería mantenerlo como ahorro en su cuenta bancaria para proyectos futuros o para protegerse de futuras emergencias, crisis o pérdidas de empleo, o si estaría dispuesto a destinarlo de inmediato a algún fondo, acción, obligación o inmueble, haciendo que este «fructifique» en alguna forma de inversión más o menos arriesgada.
La respuesta que recibirán de su amigo será emblemática, y ciertamente muy educativa y evidente de cómo las teorías de Keynes están ahora inculcadas como un mantra en el imaginario colectivo de las personas.
En realidad, desde hace décadas existen otras doctrinas económicas. Entre ellas, una en particular representa una seria y antitética alternativa al pensamiento único keynesiano. Estamos hablando de la llamada Escuela Monetaria Austríaca, o más simplemente Escuela Austríaca, dado que muchos de sus miembros, desde el fundador Carl Menger hasta exponentes como Friedrich von Hayek y Ludwig von Mises, eran austríacos y exalumnos de la Universidad de Viena.
Las teorías de la Escuela Austríaca se basan en la lógica y la deducción demostrando, en primer lugar, cómo la regulación de los parámetros económicos y financieros no debe ser gestionada y controlada por un banco, un Estado o en general por un planificador central. Esto se debe a que resulta imposible, para una sola entidad, disponer de toda la información necesaria para dirigir correctamente el mercado y la economía hacia la prosperidad y el pleno empleo.
Las únicas informaciones que el mercado posee para evolucionar son proporcionadas por el sistema de precios de bienes y servicios, que se autorregulan de manera natural en función de la escasez o los excesos de los recursos disponibles.
Para un planificador central pretender conocer en todo momento la situación económica y financiera de sistemas muy complejos, no sólo es demasiado presumido, sino incluso contraproducente. Al manipular la oferta monetaria y regular arbitrariamente los tipos de interés, Estados y bancos centrales no hacen más que distorsionar el sistema de precios y, de hecho, drogan el mercado dirigiendo información incorrecta y totalmente engañosa a familias y empresarios que deben evaluar cuál es la mejor manera de desviar sus recursos.
De este modo, se promueven inevitablemente malas inversiones, denominadas malinversiones. Según la teoría del ciclo económico austríaco, las inversiones equivocadas son inversiones empresariales mal asignadas debido al costo del crédito artificialmente bajo y a un aumento insostenible de la oferta de dinero por parte de los bancos centrales.
Sólo para citar algunos de los ejemplos más recientes y notorios, la «burbuja de las puntocom» verificada a finales de los años 90 o la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos de 2008 (la famosa crisis de las llamadas hipotecas subprime que coincidió con la quiebra del coloso financiero Lehman Brothers), serían causadas precisamente por estas continuas señales engañosas lanzadas al mercado por estas entidades centrales, así como otros numerosos episodios de crisis devastadoras y aparentemente impredecibles, incluida la misma crisis de 1929 que pasó a la historia como el origen de la llamada Gran Depresión.
Otro pilar fundamental de la teoría económica austríaca, también en total contradicción con las teorías keynesianas dominantes en la actualidad, se refiere al papel del dinero. Según exponentes como Hayek, von Mises, Rothbard y otros, el dinero no debería ser gestionado en monopolio por una sola entidad, sino elegido libremente por el mercado. De la misma manera que no aceptamos fácilmente el monopolio de bienes y servicios esenciales, tampoco deberíamos aceptar pasivamente –afirman los exponentes de la Escuela Austríaca– el monopolio oligárquico del instrumento más importante y fundamental de nuestra sociedad. Como todos los proveedores de servicios en régimen de monopolio, el Estado y los bancos centrales no están incentivados y motivados por la competencia para producir buen dinero.
Las personas, comerciantes, empresas y cualquier otro actor económico deberían poder decidir con máxima libertad el instrumento con el que prefieren ser pagados. De esta manera, sin forzar ninguna elección ni imponer una forma particular de dinero, el mercado tendería, de forma totalmente natural, a converger en las mejores monedas en términos de características de reserva de valor, medio de intercambio y unidad de cuenta (como se explicará mejor en el capítulo 6). La elección libre de la forma de dinero a utilizar, como consecuencia directa, sería capaz de aumentar el número de intercambios, mejorar el comercio, fomentar la cooperación y llevar bienestar y prosperidad a toda la comunidad.
La escuela austríaca, en definitiva, prevé un verdadero y propio enfoque de pensamiento alternativo a lo que hoy es dominante. Se trata de una teoría económica y social desarrollada en más de un siglo de estudios y contribuciones capaz de explicar, con argumentaciones precisas, el funcionamiento de la economía, las dinámicas financieras y el comportamiento estratégico de todos los actores en juego en una sociedad.
Aunque sea naturalmente imposible sintetizar temas tan complejos en pocas líneas, por ahora, basta saber que esta teoría sería capaz de explicar, de una vez por todas y de manera definitiva, mediante demostraciones lógicas y comprensibles, los motivos de estas continuas crisis que las economías de todo el mundo, basadas en el sistema de la moneda fiat, se encuentran experimentando cíclicamente.

Las familias, los trabajadores y las empresas, de hecho, con una recurrencia ya predecible, se encuentran sufriendo crisis y recesiones sin entender nunca las causas desencadenantes. Sus conductas, hechas de trabajo cada vez más duro y sacrificios cada vez más rígidos, casi nunca conducen a mejoras en términos de su bienestar y estabilidad económica y psicológica, al contrario, estas crisis cíclicas se presentan aún hoy –a sus ojos– como algo inexplicable y que no pueden comprender.
Así como un hámster que sigue corriendo cada vez más rápido y con dificultad dentro de la rueda para luego encontrarse siempre y desanimado en el mismo punto de partida, así un trabajador o empresario se encuentra hoy trabajando a ritmos cada vez más fuertes e insostenibles para, finalmente, encontrarse más endeudado, desalentado y obligado a hacer nuevos sacrificios.
La escuela austríaca, desde el punto de vista ideológico, a menudo se asocia al nacimiento de Bitcoin. Esta moneda digital libre, descentralizada y desligada de cualquier planificador central, parece precisamente la forma de dinero que estos economistas, con demasiada frecuencia relegados a un segundo plano, siempre han buscado y teorizado.
Resultan realmente proféticas las palabras de uno de los mayores exponentes de esta escuela de pensamiento, pronunciadas hace varias décadas.

«No creo que volvamos a tener una moneda sana y honesta hasta que la saquemos de las manos del gobierno. Si no podemos hacerlo con violencia, debemos inventar algún ardid introduciendo algo que ellos no puedan detener».
Friedrich von Hayek – 1984
Premio nobel de Economía, exponente de la Escuela Austríaca.
A nivel político, este enfoque también ha influido en las teorías y movimientos libertarios, además es considerado como una de las ideologías fundamentales de la naciente moneda Bitcoin. Aunque, para ser precisos, Bitcoin no prevé absolutamente ninguna ideología «oficial», ni una connotación ideológica precisa y unívoca.

EL MOVIMIENTO CYPHERPUNK

Además de las teorías económicas propias de la Escuela Austríaca, hubo otro gran filón, de ámbito completamente diferente, más práctico y concreto, más enfocado en el objetivo y sin duda más incisivo para los orígenes de Bitcoin: el movimiento cypherpunk.
En los años 90 surgió un género artístico–pero sobre todo literario– identificado con el término cyberpunk. Se trataba de una corriente socio-cultural centrada esencialmente en el temor del advenimiento de un futuro distópico para la humanidad, en el cual los gobiernos de todo el mundo y las grandes corporaciones tomaban el control de las personas, de los datos y de la sociedad en su conjunto.
Clasificado en el ámbito de la ciencia ficción, este género literario era de carácter pesimista, prefigurando la llegada inminente de una sociedad cuyos individuos eran privados de toda libertad, eran monitorizados, controlados y espiados gracias a los nuevos instrumentos tecnológicos que estaban tomando fuerza en esos años, entre los cuales se encontraban la tecnología de la información y la cibernética.
El término cyberpunk deriva precisamente de la unión de cibernética con el término punk, el movimiento cultural surgido a mediados de los años 70 principalmente entre los jóvenes en Estados Unidos y Gran Bretaña e inspirado por la música del punk rock.
En este contexto cultural, ocurrió que algunos activistas de todo el mundo que compartían los mismos ideales y preocupaciones sobre un futuro distópico, comenzaron a confrontarse en línea. Entre estos individuos había personajes de todos los sectores sociales y de los ámbitos más diversos: jóvenes, ancianos, técnicos informáticos, hackers, criptógrafos, expertos económicos, activistas políticos, estudiosos monetarios, filósofos.
Ellos comenzaron a discutir sobre ideales y proyectos comunes a partir de una consideración: si por un lado Internet y la tecnología de la información podían ser explotados por los Estados y las multinacionales para controlar a la población, por otro lado, también podían ser utilizados como herramientas de defensa para los ciudadanos, destinadas ante todo a proteger la libertad y el derecho inalienable de las personas a su propia privacidad.
Estos activistas se identificaban y reconocían en lo que se conoce como el movimiento cypherpunk: un juego de palabras que une la corriente literaria cyberpunk con el término cypher, que significa «cifrado» o «código criptográfico».
De hecho, los cypherpunks abogaban por el uso intensivo de la criptografía como parte de un camino hacia un cambio social y político. La criptografía se utilizaba en las comunicaciones en línea con el objetivo de defender la privacidad y la seguridad informática de las cuentas personales frente a gobiernos y grandes corporaciones cada vez más poderosos e invasivos.

Entre estos activistas se encuentran como ejemplo y entre los más conocidos:

– David Chaum, fundador de Digicash (1989-1998);
– Philip Zimmermann, creador del proyecto Pretty Good Privacy (PGP, 1991);
– Adam Back, inventor de hashcash (1997);
– Wei Dai, desarrollador que propuso el proyecto b-money (1998);
– Nick Szabo, científico informático creador del proyecto bit gold e inventor del concepto de Smart Contract (Contrato Inteligente);
– Hal Finney, creador de PGP 2.0 y del proyecto Reusable Proof Of Work (RPOW);
– Timothy C. May, ingeniero electrónico estadounidense y escritor ideológico, fundador del movimiento criptoanarquista;
– Bram Cohen, fundador de BitTorrent;
– Julian Assange, periodista y programador australiano, fundador de WikiLeaks.

También existe un manifiesto específico de este movimiento, publicado por Eric Hughes en 1993 y titulado El Manifiesto Cypherpunk, en el cual se definen sus ideales y su misión[8].
Vale la pena citar algunos aspectos destacados:
«La privacidad es necesaria para una sociedad abierta en la era digital. No podemos esperar que los gobiernos, las empresas u otras grandes organizaciones anónimas nos concedan la privacidad. Debemos defender nuestra privacidad». […]
«Nosotros, los Cypherpunks, desarrollamos software. Defendemos nuestra privacidad con la criptografía, con sistemas anónimos de correo electrónico, firmas digitales y monedas electrónicas. Estamos activamente comprometidos en hacer que las redes informáticas (como Internet) sean más seguras para preservar la privacidad. Nuestro código es gratuito para todos, en todo el mundo».
Los objetivos eran claros, las comunicaciones se intensificaron, los primeros programas comenzaron a ser desarrollados y perfeccionados, y las herramientas propuestas comenzaron a difundirse y a ser discutidas por voluntarios y activistas de todo el mundo a través de listas de correo, foros, chats y blogs en línea.
Se sentía la necesidad de introducir un nuevo sistema o software a través del cual transmitir valor dentro del ciberespacio, se sentía la necesidad de no depender estrictamente de un banco o entidad de confianza. Estos activistas rechazaban la idea de tener que proporcionarles todos sus datos a estas grandes instituciones, que luego podrían rastrearlos, monitorearlos, controlarlos y especialmente, además, negarles la autorización para realizar transacciones financieras. En otras palabras, se estaba colaborando para perseguir una moneda «privada» que pudiera competir con el sistema de monedas fiat.
Uno de los proyectos más interesantes en esta perspectiva se refiere a una versión de moneda digital llamada BitGold, propuesta por Nick Szabo en 1998. Este se dio cuenta de que el oro físico debía ser el punto de partida, ya que tiene algunas propiedades que lo convierten en una de las mejores formas de dinero que el hombre haya descubierto.
Sin embargo, el oro también tiene puntos negativos: la fisicalidad y la seguridad a la hora de custodiarlo. Szabo avanzó la idea de una moneda digital que requiere la realización de un trabajo para generarla a través de la tecnología RPOW (Reusable Proof Of Work o traducido al español «prueba de trabajo reutilizable»). Esta nueva moneda debía tener una cantidad limitada y no debía estar sujeta al control de una autoridad central.
Como lo relata su propio creador: «Estaba tratando de imitar lo más fielmente posible las características de seguridad y confianza del oro, y especialmente no depender de una autoridad central».
El sistema propuesto por Szabo era descentralizado, y con el mismo, gracias al par de claves públicas y privadas, los usuarios autorizaban las transacciones mediante la herramienta de firma digital. Sin embargo, la crónica informa que el proyecto bit gold sólo se quedó en una propuesta y no llegó a ser implementado en la práctica. Aunque esta versión digital del oro es probablemente lo más cercano que tenemos a la implementación final de Bitcoin.
Paralelamente, también en 1998, un graduado de la Universidad de Washington llamado Wei Dai, publicó un documento con la idea de una nueva moneda llamada b-money («moneda-b»), presentándola como anónima, distribuida y descentralizada. Un proyecto considerado precursor de Bitcoin, pero que siempre se quedó en el papel al no poder resolver el espinoso problema del «doble gasto».
Sabemos poco de este desarrollador, pues es muy reservado, pero su trabajo será uno de los pocos citados en el whitepaper de Bitcoin.

EXPERIMENTOS DE LIBERTAD

La creación de una moneda digital desvinculada del sistema fiat se presentaba como una tarea extremadamente difícil, pero los experimentos y los intentos en este sentido no faltaron. Una de las primeras propuestas fue presentada por David Chaum en 1982 con la publicación de algunos documentos en los que se introducían herramientas e implementaciones de sistemas anónimos de pago usando la criptografía. Entre estos presentó: Blind signatures for untraceable payments (Firmas digitales ciegas para pagos no rastreables») o Security without identification: transaction systems to make Big Brother obsolete (Seguridad sin identificación: sistemas de transacciones para dejar obsoleto al Gran Hermano). Por los títulos de los documentos, obviamente se trataba de temas e ideales propios del movimiento cypherpunk, del cual, en efecto, fue uno de los precursores.
Chaum hizo aún más: decidió poner en práctica sus ideas y en 1990 fundó una empresa llamada Digicash. Con ella, los usuarios podían realizar transacciones utilizando un software propietario que permitía «retirar» moneda de un banco a través del uso de claves criptográficas, y también permitía enviar pagos a otros usuarios. De hecho, Digicash fue una de las primeras empresas defensoras de la criptografía de clave pública y privada, el mismo principio básico utilizado hoy por Bitcoin.
Las transacciones eran anónimas y digitales, pero el proyecto no tuvo éxito por una serie de razones, entre ellas estaba la necesidad de apoyarse en un banco para poder ofrecer el servicio (pocos estaban dispuestos a prestar su apoyo a esta innovación) y probablemente también el hecho de que Internet no estaba tan extendido como lo está hoy en día.
De modo que, en 1998, Digicash se vio obligada a declararse en bancarrota.
Una historia increíble y que merece ser mencionada es un experimento llamado e-gold, llevado adelante por el oncólogo estadounidense y seguidor de la escuela austríaca Douglas Jackson. La idea de partida del proyecto era, por un lado, garantizar la privacidad y la confidencialidad de las transacciones realizadas por las personas y, por otro lado, replicar las características físicas del oro, siendo un bien que protegía a los ciudadanos de la inflación. El oro, de hecho, tenía las mejores características de una moneda en términos de relación stock-to-flow (reserva sobre flujo), pero su estado físico constituía un obstáculo en términos de medio de intercambio, se necesitaba un sistema que permitiera transferir el oro de manera digital. De ahí surgió la idea del fondo de e-gold, una especie de «oro electrónico», por así decirlo.
¿Cómo funcionaba e-gold? En el centro del proyecto había una empresa, con el mismo nombre, que compraba una cierta cantidad de oro para utilizarlo como subyacente en la emisión de certificados representativos. Mediante el uso de empresas de auditoría externas, se certificaban las reservas poseídas para garantizar a los usuarios el efectivo correspondiente en oro depositado por cada certificado emitido.
En resumen, para un usuario que quería disfrutar del servicio, era suficiente presentar sólo una dirección de correo electrónico, en la que se le asignaba un código que representaba una cantidad precisa correspondiente en oro. Luego, para transferir posteriormente esta cantidad, bastaba con escribir un texto firmado digitalmente con el que se le asignaba a otra clave pública, limitándose a dirigirlo a otra cuenta de correo electrónico.
Por lo tanto, lo que se transfería esencialmente era un código representativo de oro garantizado por la empresa e-gold, mantenido en sus propias cajas fuertes y verificado regularmente por sociedades externas.
El sistema era bastante ágil y funcionaba bien, sobre todo, porque ninguno de los usuarios debía proporcionar sus datos sensibles, ninguna identidad, ningún registro, ninguna inscripción, sólo era necesario una cuenta de correo electrónico para transferir estos certificados que representaban valor.

Con este sistema, además de evitar la posibilidad de que alguien pudiera cancelar una transacción ya realizada (charge back), se les ofrecía a las personas un refugio contra la inflación y las políticas económicas de los bancos centrales, pues lo que efectivamente se intercambiaba en la red no era otra cosa que oro físico.
El fundador, para llevar a cabo esta actividad, solicitó y obtuvo inicialmente una licencia; sin embargo, cuando las transacciones y los volúmenes de e-gold comenzaron a ser importantes y a tener éxito entre la gente, este sistema comenzó a molestar a los detentores del monopolio del dólar estadounidense, en particular, sobre la base de dos prerrogativas que, por ley, les corresponden a los gobiernos y bancos centrales:
1)     Tener el control total sobre todas las transferencias monetarias. Bajo el pretexto de detener a los criminales y el tráfico ilegal, existe la convicción de que el Estado debe poder monitorear y controlar todos los intercambios de valor. Sin embargo, en este caso, los intercambios entre las personas se realizaban a través de certificados emitidos y garantizados por la empresa e-gold, que no permitían ser rastreados y verificados por las autoridades.
2)     Implementación de las políticas monetarias. Los bancos centrales tienen el monopolio y son los únicos organismos autorizados para establecer e implementar políticas monetarias. Sin embargo, con este sistema, utilizando certificados anclados a rigurosas reservas de oro, los ciudadanos podrían haber encontrado una salida a la inflación derivada de la impresión de nueva moneda y así evitar las consecuencias de las políticas inflacionarias implementadas por el banco central.
¿El resultado? La licencia a e-gold, inicialmente concedida, fue negada retroactivamente y su fundador, Douglas Jackson, fue arrestado. La actividad, aunque muy demandada y utilizada con gusto por los ciudadanos, fue detenida sobre la base de las leyes existentes.
Siguieron otras sentencias y situaciones increíbles que aquí no mencionaremos para no perder el hilo del discurso, pero que, una vez más, demostraron la voluntad de impedir –incluso con la fuerza– la creación de una moneda privada y alternativa.
Otras historias emblemáticas, otros cierres forzados.
En marzo de 2011, un tribunal federal de los Estados Unidos condenó a Bernard von NotHaus, el creador del liberty dollar, por conspiración y falsificación. El liberty dollar era una moneda privada que fue lanzada en 1998 para el «trueque voluntario» entre particulares totalmente respaldada por plata y oro. En 2007, según lo declarado por el propio NotHaus, alcanzó la extraordinaria difusión de alrededor de 250 000 seguidores, antes del inicio de las investigaciones federales y la condena.
¿Cuál fue la culpa del creador? El hecho de que el liberty dollar era demasiado parecido al dólar estadounidense. Según el tribunal, estas monedas hacían uso de reproducciones de la Estatua de la Libertad y también incluían un lema impreso en ellas («Trust in God») demasiado similar a «In God We Trust» presente en los dólares.
Al mismo tiempo, en 2013, las autoridades estadounidenses cerraron forzosamente Liberty Reserve, un sitio de cambio de divisas digitales y procesador de pagos con sede en Costa Rica lanzado en 2006. Los fundadores fueron arrestados bajo la acusación de no haber realizado los controles antiblanqueo adecuados previstos por las normativas vigentes, y esto habría convertido a Liberty Reserve en una especie de centro financiero a disposición de criminales informáticos.
Diversa, pero igualmente curiosa, es otra historia que nace casi por casualidad y que proviene del mundo virtual. El protagonista es un famoso videojuego que se hizo popular a principios del año 2000 llamado Second Life, desarrollado por la empresa Linden Lab. Este juego, todavía presente hoy en día, permitía a los usuarios crear una segunda vida alternativa, obviamente virtual.

En esta realidad, una persona se conectaba a través de un avatar tridimensional y podía hacer cualquier cosa libremente, como socializar con otras personas, intercambiar bienes y servicios, participar en eventos, etc. Sobre todo, se podía utilizar la moneda nativa del videojuego, el linden dollar, creada específicamente para este mundo virtual.
Esta moneda naturalmente estaba desligada de las políticas monetarias de la Reserva Federal, el banco central estadounidense. ¡Probablemente, incluso era mejor gestionada! Cuando el dólar estadounidense perdió valor debido a la inflación y a las políticas monetarias, el linden dollar no se vio afectado en el juego virtual. Muy pronto, fue utilizado por sus jugadores también como moneda para el comercio en Internet y fuera de la realidad virtual.
¿Cómo reaccionaron los reguladores a todo esto? Me temo que es bastante fácil de imaginar, la empresa Linden Lab fue obligada a vincular su moneda al dólar estadounidense y, sobre todo, se aseguró de que ya no pudiera ser utilizada fuera de la plataforma virtual.
Por lo tanto, de este episodio podemos extraer la siguiente lección: a ningún ciudadano o empresa privada se le permite crear una moneda libre y alternativa al euro y al dólar. O, al menos, sólo se tolera hasta que se alcancen volúmenes de transacciones tales que preocupen al monopolista de la gestión monetaria.
Otros episodios similares en esta perspectiva tienen que ver con algunos de los sistemas financieros más famosos. Todos conocemos PayPal hoy, una de las mayores empresas e infraestructuras de pago utilizada hoy por millones de usuarios en todo el mundo. Sin embargo, pocos saben que la plataforma actual es completamente diferente a la de sus intenciones iniciales.
Peter Thiel, uno de los fundadores junto a Elon Musk, cansado de tener que proporcionar los detalles de su tarjeta de crédito para cada compra en línea, introdujo un nuevo sistema de pago que se comparaba con los existentes. Esta plataforma, que entonces se llamaba X.com, era capaz de permitirle a los usuarios hacer compras y transacciones financieras en línea sin tener que revelar datos sensibles relacionados con el pago.
Según Peter Thiel, cuando un usuario navega por la red, ya no tendría mucho sentido hablar de ciudadanía o de una moneda nacional específica: en el mundo virtual, todos los usuarios operan en un sistema independiente fuera de cualquier división política o territorial. Por lo tanto, sería necesario introducir una «moneda nativa de Internet» para facilitar y optimizar los intercambios dentro del ciberespacio.
Estas intenciones pronto chocaron con la realidad, una moneda alternativa al dólar estadounidense estaba en fuerte contraste con las políticas monetarias de la Reserva Federal y el proyecto rápidamente fue regulado para adaptarlo al sistema económico y financiero vigente. Lo que se utiliza hoy –convertido en PayPal en el proceso– no es más que una herramienta de pago normal, caracterizada por procedimientos legales y prácticas burocráticas que deben ser respetados para satisfacer las necesidades de los reguladores. Por lo tanto, la idea de poder ofrecer una moneda para el mundo del Internet fue forzada y prematuramente abandonada, no existían otras posibilidades. Para poder obtener la autorización para seguir ofreciendo el servicio de pagos en línea, simplemente se debía cumplir con las exigencias de las autoridades estadounidenses, de modo que, de las intenciones iniciales de los fundadores sólo quedó un vago recuerdo.
En resumen, todos los experimentos y proyectos avanzados parecían válidos, pero por una razón u otra nunca llegaron a consolidarse o a perdurar. Unos por algún error en el software, otros por obstáculos técnicos o informáticos de difícil solución y algunos por falta de herramientas tecnológicas confiables y consolidadas. En cualquier caso, como estos y otros hechos demuestran, el problema principal probablemente se refería a un punto crucial concreto y preciso: todos estos proyectos terminaban siendo centralizados, por lo tanto, vulnerables, fácilmente obstaculizados, difamados o incluso detenidos y cerrados cuando comenzaban a funcionar demasiado bien.

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